Andreu Navarra: «Propongo un rearme del conocimiento al servicio de la autoprotección intelectual»
«En algún momento caerán los simulacros y alguien levantará la voz, reivindicando la seriedad y el sentido constructivo de la educación», invoca el profesor y escritor Andreu Navarra. Sin embargo, se muestra un paso más allá del pesimismo cuando analiza el actual escenario educativo con el que no repara en tildar con adjetivos de trazo grueso y una punzante crítica social frente a la obediencia ciudadana, en lo que califica como grupos ‘manadescos′. Ante esta valoración, pide combate. Combate educativo.
Eva Serra
Andreu Navarra (Barcelona, 1981), se licenció en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona. Obtuvo el Premio Extraordinario de Licenciatura y disfrutó de una Beca Predoctoral de Formación al Investigador de la Generalitat de Cataluña. Es profesor de Lengua castellana y Literatura de enseñanza secundaria. Ejerce también como profesor de Historia de la Cultura Contemporánea en la Universitat Oberta de Catalunya. Como columnista colabora en varios medios de comunicación y escribe una columna mensual sobre temas educativos en El País.
Como historiador ha escrito diversas obras dedicadas al regeneracionismo y la vida intelectual catalana y española del siglo XX. Entre sus títulos figuran 1914. Aliadófilos y germanófilos en la cultura española (2014), El ateísmo. La aventura de pensar libremente en España (2016), El espejo blanco. Viajeros españoles en Rusia (2016), La escritura y el poder, una completa y matizada biografía de Eugenio d’Ors (2018), La Revolución Imposible, vida y muerte de Andreu Nin (2021) y obras educativas como Devaluación Continua (2019) y Prohibido aprender: Un recorrido por las leyes de educación de la democracia.
De todas las leyes educativas, desde la LOGSE, ¿Cuál o cuáles serían los puntos en común? ¿Qué efectos tienen estos sobre las distintas generaciones de estudiantes?
Lo que tienen en común LOGSE, LOE, LOCE, LOMCE y LOMLOE es un diseño populista acompañado de intensas propagandas y campañas de marketing interno que se ha acabado confundiendo con las necesidades pedagógicas. Si uno analiza el preámbulo de la LGE de 1970 y el de la LOMLOE, se parecen asombrosamente. Son leyes publicitarias, destinadas a crear la ficción de un progreso que luego no se verifica. Ambas invocan principios morales generales y se proponen homologar el país y modernizarlo, pero a través de estructuras biensonantes. En otras palabras, hay demasiada charlatanería y demasiada poca atención a los presupuestos: no solo ya cuánto se invierte sino adónde van a parar esos recursos: si sirven para alimentar clientelismos y administraciones disfuncionales, o si por el contrario se destinan a engrasar las dinámicas a pie de aula.
Si uno analiza el preámbulo de la LGE de 1970 y el de la LOMLOE, se parecen asombrosamente. Son leyes publicitarias
Las leyes y los decretos asociados hace demasiado tiempo que se diseñan de cara a la galería, no de cara a la pedagogía. Para comprobarlo no hay más que coger cualquier entrevista hecha a los últimos tres titulares de la cartera de Educación: no hay ni una sola idea original o democratizante, solo tópicos, populismo, autopromoción, como si el brillo del líder se trasladara mágicamente a las actitudes del profesorado y el alumnado. Necesitamos, pues, políticas serias. Análisis racional de nuestros problemas y construcción de soluciones reales, aunque desmientan nuestros prejuicios ideológicos, más allá del eslogan megalómano.
En segundo lugar, todas estas leyes se han basado en mitos y teoremas que se han impuesto de manera acrítica. Ejemplos de mitos: la atención a la diversidad de 1990, que sigue siendo un amargo acertijo para todos los que la han sufrido; las competencias de la LOE y la LOMCE y la LOMLOE, la hiperaula, la codocencia, los ámbitos, cosas que no llegan nunca porque no hay ningún interés real en la mejora. Vivimos en un mundo rico en productos educativos pero pedagógicamente pobre.
En cuanto a los efectos que hayan podido tener, no los sabemos de manera leal y cuantificada. De hecho, éste es el problema: ¿se han monitorizado alguna vez los efectos que han producido las diferentes reformas sobre los resultados de aprendizaje reales? ¿Alguien se preocupa de rendir cuentas de posibles efectos adversos o catástrofes cognitivas provocadas por las leyes? Preguntas que nos conducen a una conclusión inquietante: seguimos legislando partiendo de ideologismos que no se confrontan con la realidad de las aulas. Los resultados son amalgamas de confusión burocrática de la que se desprende la sensación de que llevamos décadas persiguiendo objetivos que no llegan nunca.
Seguimos legislando partiendo de ideologismos que no se confrontan con la realidad de las aulas. Los resultados son amalgamas de confusión burocrática
Más presión burocrática sobre los docentes, más confusionismo y abandono de la juventud por deserción oficial. En otras palabras, necesitamos una política seria y no otra vez una política solo agradable.
Usted afirma que la ideología neoliberal se ha convertido en una religión. ¿Dónde coloca la complicidad de la socialdemocracia en términos educativos?
No lo digo yo, lo dicen también intelectuales de la talla de José Luis Villacañas, por ejemplo, en su libro Neoliberalismo como Teología política (NED Ediciones). La socialdemocracia es culpable de haber renunciado a la socialdemocracia, es decir, de haberse amoldado al extremo centro que parece presidir la política del mal menor europea. No puede ser que gabinetes de izquierda impulsen políticas demasiado parecidas a la tecnocracia franquista de los años 60 y 70. El populismo educativo era un rasgo de esa modernización aparente sobre la que seguía descansando una sociedad dual de vencedores y excluidos. Está llegando un punto en el que impartiremos clases de emprendimiento a alumnos que no hayan comido nada en 24 horas. Frente a esa rutina recortadora y sofisticadamente agradable a la vista, propondría una profundización real en las fracturas de clase que nos convierten en un país inviable, más allá de cataplasmas que no trasladan mejoras reales.
La LOMLOE pretende integrar medidas tales como la igualdad de género, la ciudadanía mundial o las emociones en los contenidos académicos. En su opinión ¿a qué obedecen estos objetivos?
Como escribe Marina Garcés, nuestros principales enemigos son la obviedad y la estupidez. Parece que, para poder aguantarse, la postdemocracia mercado necesite ir actualizando la fábrica global de banalidad y necedad cansina para que solo sean una exigua minoría los capaces de analizar lo que ocurre en política. Además, se recurre a la ya clásica batería binaria de acusaciones de culpabilización contra los docentes. Por ejemplo, con el tema de género: ¿es que los estudios en nuestro país son patriarcales? ¿Por qué no se confía en nuestra clase intelectual y profesoral, que es mayoritariamente feminista desde hace muchos años? Yo mismo hace muchos años que hago estudiar en clase a todas las escritoras que no están en los libros, empezando por Carolina Coronado y terminando con Sara Mesa o Almudena Sánchez. ¿Necesitamos una ley que nos indique que hemos de enseñar derechos humanos y ética básica? Todo esto encubre un mundo oculto de disciplina burocrática y recortes. Se anuncia que se apoyarán esas direcciones, pero se extirpan los contenidos que deberían alimentar el pensamiento crítico. Todo esto ha creado una crisis de léxico descomunal: el lector medio parece no entender ya una noticia o reflexión básica, me escribe una profesora de FP de cocina denunciando que su alumnado no puede comprender una receta de cocina de cinco líneas.
El lector medio parece no entender ya una noticia o reflexión básica, me escribe una profesora de FP de cocina denunciando que su alumnado no puede comprender una receta de cocina de cinco líneas
Para saber hacer, hay que saber. No hay alternativa. La pedagogía competencial extremista es un enorme fraude.
Mientras se fomentan cataplasmas buenistas, catecismos superficiales, se extirpa del sistema el verdadero sentido humanista de la educación, se penalizan la profundidad, la reflexión rigurosa, la construcción futura de verdadero pensamiento creativo y desobediente. Se crea un estándar de ciudadanía de bajo perfil que fracasará estrepitosamente, puesto que generará bolsas de extremismo. Resulta de una ingenuidad acongojante pensar que porque se realizarán actividades relacionadas con la tolerancia mejorará la sociedad: una minoría se burlará de esos contenidos soft y se consolidarán grupos ‘manadescos′ y canteras para los neofascismos violentos contemporáneos. La democracia ha de ser más respetable y debe impulsar auténtico humanismo, auténtico compromiso con el análisis de la realidad cercana, más allá de los cuatro tópicos ortodoxos. Pero ya es tarde para esto, me temo. De momento solo podemos aspirar a restaurar minorías academicistas, exactamente igual que cuando el pensamiento abandonó las universidades: como en 1500, como en 1700, o como en la Jena de 1800 o la Cataluña de 1900. Hay que empezar a pensar en nuestro renacimiento intelectual.
Habla de una sociedad crédula e irracionalista que acepta y asume prebendas casi sin rechistar. Como profesor de Historia de la cultura contemporánea ¿cree que en etapas anteriores no se hubiera permitido el actual modelo educativo?
No lo creo. No hay que ser nostálgico ni futurista. Venimos del horror y la estolidez franquistas. Me interesa del período 1975-82 la manera en la que colectivos de familias y docentes superaron las esclerosis franquistas para pensar e implementar auténticos modelos alternativos. Pensemos, por ejemplo, que solo en Santa Coloma de Gramanet había 3.500 niños sin escolarizar… ¡en 1979! No hay que idealizar, hay que analizar dónde estamos y qué necesitamos. Desde luego no nos beneficiará el estado de fraude académico en que nos deja instalados la LOMLOE.
Actualmente no estamos acertando en la definición de una alternativa razonable a la gran fiesta de la pseudopedagogía feliz de la banca y la OCDE
Maquillar ya no sirve de nada. Hay que rectificar y neoeducar. Actualmente no estamos acertando en la definición de una alternativa razonable a la gran fiesta de la pseudopedagogía feliz de la banca y la OCDE. Gurús, pedabobos y funcionarios corruptos que no han dado clase en lustros se han aliado para amoldarse a las cómodas propuestas de la dictadura del mercado, que precisa de ciber proletariado y personal muy poco cualificado. Se están privatizando los contenidos académicos, para que se tenga que pagar un precio privativo para un tercio de la población.
¿Dónde sitúa el papel del docente en este panorama?
En la extinción. La reconversión a mero animador o sostenedor de aplicaciones y juegos, o coordinador de fraudes como los ámbitos, es la puerta que conduce a la sustitución del docente por el monitor mucho más barato y dócil. En realidad el verdadero nombre de la innovación educativa es extirpación, como lo demuestra el hecho de que todos los decretos “suprimen” algo: evaluaciones, asignaturas, personal especializado, en un sentido falsamente transversal e inclusivo, en un sentido recortador y desregulador. No sabemos construir nada, solo sabemos suprimir. Ya resulta imposible disimularlo. Vivimos un proceso de thatcherismo sonriente.
¿Considera que los currículos deben adaptarse al ‘nuevo modelo social′ o permanecer intactos? ¿Dónde reside el equilibrio entre sociedad digital y rigor académico?
¿Cuál es el nuevo modelo social? El país sigue pareciéndose, en su estructura social dual, peligrosamente a 1960. Hemos perdido industria, los derechos retroceden, se regala un pequeño apocalipsis mediático a nuestra juventud cada mañana. Y a propósito del “nuevo modelo social”, como han demostrado Marta Peirano y José María Lasalle, nos encontramos ante un proceso de consolidación del ciberestado, donde la norma la dictan el silencio administrativo, y la vigilancia digital y el capitalismo cognitivo y de plataformas. Lo que a mí me sorprende es que dirigentes que se llaman republicanos o socialistas no vean esto, consientan en implementar políticas de derecha pura. Estamos comerciando con la atención del alumnado. Es inmoral. El nuevo modelo social impuesto también es inmoral. Hay que combatirlo, combatirlo con una educación reflexiva y no solo banal, precaria y festiva. Propongo un rearme del conocimiento al servicio de la autoprotección intelectual.
Como profesor de Lengua y Literatura ¿cómo perciben sus alumnos la importancia de los textos? ¿Es realmente preocupante la falta de comprensión lectora? ¿Qué consecuencias piensa que puede tener?
El alumnado percibe estos problemas con más claridad que los adultos. De hecho, lo que hace la gerontocracia actual es trasladar sus ansiedades, desorientaciones, mal gusto estético e inseguridades a la juventud.
Avanzamos hacia una nueva sociedad oral y nuestras leyes, en lugar de tomar medidas correctoras, se aprovecha de la situación y fomenta el pensamiento visceral y facilista
La comprensión lectora es un saber troncal, la madre de los demás saberes. Muchos problemas de matemáticas son consecuencia de no saber leer ni entender enunciados. Avanzamos hacia una nueva sociedad oral y nuestras leyes, en lugar de tomar medidas correctoras, se aprovechan de la situación y fomentan el pensamiento visceral y facilista. Lo pagaremos caro. La LOMLOE dice explícitamente que se intentarán paliar los problemas de comprensión lectora con recursos digitales, que son útiles para otras cosas. Esto es un contrasentido, un absurdo garrafal. Por desgracia hemos normalizado la obediencia a decretos grotescos desde hace décadas.
Usted es muy activo en redes sociales. ¿Cree que los mensajes educativos calan con efectividad en las redes?
Sé que mis exalumnos me siguen en redes, por eso en parte cada día recomiendo libros y charlas. No pongo nada personal ni aparezco bailando o comiendo patatas fritas. Bueno, a veces sí. Pero tienen mucho más poder los mensajes deseducativos. De hecho, ¿qué podemos esperar si nuestras instituciones mienten, intoxican, confunden, ocultan recortes y vergüenzas y acusan descaradamente, sin ningún tipo de rigor u objetividad? Hemos llegado a ver a una ministra criticando el “enciclopedismo”, como si el saber fuera un problema o una peste. Esto ha pasado, y no ha sucedido nada reseñable.
Hemos llegado a ver a una ministra criticando el “enciclopedismo”, como si el saber fuera un problema o una peste
A través de redes he conocido a docentes maravillosos y a diario compartimos recursos e inquietudes. Lo mejor de escribir sobre educación es la cantidad de personas que comparten sus experiencias contigo. También hay que tener en cuenta que los textos sobre educación son efímeros, por eso últimamente estoy tratando de abordar temas más teóricos y generales: la salida está en la reforma igualitaria de nuestra sociedad, no saldrá de peleas entre profesaurios e innovadores. Yo mismo soy un híbrido de profesaurio e innovador, pero sobre todo me debo a lo que necesita mi alumnado: léxico y lecturas, pensamiento y escritura reflexiva.
¿Cómo calificaría el papel de las nuevas tecnologías en las aulas?
La marca del populismo es la aplicación de medidas de brocha gorda sin distinguir niveles ni edades. La marca de quien vende un producto en lugar de pensar pedagógicamente. El papel de la tecnología es diferente en infantil o en la universidad, en la clase de Tecnología o en la de un idioma. Yo la descartaría hasta que el alumnado supiera leer, escribir y calcular con toda seguridad. En clase la utilizamos para buscar textos y comentarlos, cuentos de ciencia ficción, mitos, materiales de gramática dinámicos. Como profesor de universidad la experiencia con proyectos a distancia es muy enriquecedora, me dedico a monitorizar investigaciones incipientes y los resultados a menudo me deslumbran. Lo que no puede ser es abandonarse a los tópicos fáciles. Por ejemplo, contrariamente a lo que se suele pensar, pronto llegué a la conclusión de que el trabajo a distancia y online requiere mucha más disciplina y orden que la clase presencial, más distendida, agradable y participativa.
¿Existe margen de optimismo para pensar que la crítica por la calidad de la educación logrará mejorarla?
No lo creo. Pienso que está en liquidación y en manos de aprovechados. Se está privatizando el conocimiento, y esto ocurre porque se están cerrando las clases sociales en todos los países de nuestro entorno. Esto empezará a parecerse a Estados Unidos, hemos abandonado a su suerte a un tercio de nuestra población, pensamos que con algunos productos innovadores nos ganaremos el derecho a la buena conciencia, pero la desigualdad creciente y la miseria desmienten esta actitud autocomplaciente y conformista.
En algún momento caerán los simulacros y alguien levantará la voz, reivindicando la seriedad y el sentido constructivo de la educación
Soy optimista en el sentido de que ya casi nadie cree en los fraudes sancionados por esta curiosa fauna de pedabobos, políticos ignaros y economistas ignorantes que repiten los mismos mantras místicos cada mañana, sin ninguna conexión con la realidad o la pedagogía real. En algún momento caerán los simulacros y alguien levantará la voz, reivindicando la seriedad y el sentido constructivo de la educación. Pero estamos en peligro: la banalidad populista al servicio del mercantilismo intrusista han ganado por goleada. ¿Cuánto tardarán en llegar los políticos decentes que apuesten por un país culto e informado? El postureo idiotizante ya no cuela. ¿Llegarán algún día?