«En proceso de consecución». Un proceso cuya consecución culmina, eso sí, a los 16 años, con la patada sin armas ni bagajes al mundo del paro y la precariedad.

 

Xavier Massó

A partir del próximo curso, desaparecen en Cataluña los «suspensos», aunque tampoco es que desaparezcan exactamente, sino más bien sí pero no, y ni sí ni no, sino todo lo contrario, pero al revés. Siempre en perfecta armonía con el carnavalesco estado de costas al que ya estamos fatalmente tan acostumbrados aquende el Ebro, donde nada es lo que parece, y lo que es resulta no parecer lo que quiere parecer, pero no porque parezca que lo sea porque no lo es. Vamos, que como en el viejo dicho «oro parece, plata no es, ¿qué es?» Y era plátano, o más bien banana, por lo de bananera…O como decía mucho mejor Groucho Marx: “parece un imbécil y actúa como un imbécil, pero no se lleve a engaño, es un imbécil”.

En fin, que a partir de ahora la nueva calificación para lo decretado como innombrable será EPA, acrónimo en catalán de «en procés d’assoliment»; traducido: «en proceso de consecución»; aunque no se puede saber todavía con certeza cómo se denominará en castellano cuando se aplique al resto de España –que será pronto-, porque no sería la primera vez que los traductores automáticos les juegan una mala pasada a los legisladores ministeriales. Recuerden si no lo de «Mrs. Pain in the Field» como traducción de Dolores del Campo, la por entonces ministra de Agricultura. O la innovadora «emprendeduría» del inefable Wert y su LOMCE, luego «Emprendimiento»; una materia que, en cualquiera de sus denominaciones, no es sino la elevación al rango de disciplina académica de la charlatanería de toda la vida… Y muy en sintonía con el siglo educativo que se anuncia.

Ahora ya no hay suspensos, sino que estamos en proceso –que no en «el procés», ojo, aunque puede que también-. Lo que ya no está tan claro es en proceso de consecución de qué. O sea, ahora ya no se podrá decir aquello de «este ha suspendido hasta el recreo»… Y no solo porque no vaya a suspender nadie, que también, sino porque decir que uno tiene el recreo «en proceso de consecución» no añade información alguna a lo que ya se da por descontado: que estamos en el tiempo del recreo. Sin precisar en cuál de sus muchos momentos de recorrido, que era precisamente lo que nos interesaba saber. Será que somos muy indiscretos y curiosos, pero sí, es lo que queríamos conocer. Para saber a qué atenernos, entre otras razones.

Es decir, no se aporta ningún referente objetivo que nos permita orientarnos y ubicarnos. Así las cosas, para saber cuánto recreo nos queda en un momento dado, solo nos quedaría la experiencia interna del tiempo; pero esta, como es bien sabido, suele resultar muy engañosa, porque depende de la pura y dura subjetividad, que es probablemente de lo que se trata. Y porque sin necesidad de recurrir a sabios cancelados como Kant o Bergson, sino simplemente a nuestra propia memoria, si la tenemos, salta a la vista que nuestra propia percepción del transcurso del tiempo suele jugarnos muy malas pasadas. Sobran ejemplos…

Y lo mismo ocurre con las notas de las, por cierto, bien pronto extintas evaluaciones. Solo que empeorado. Porque en el caso del recreo, siempre podemos recurrir al reloj, un referente objetivo inapelable. En el de la evaluación, en cambio, en esta cerrada noche educativa que se nos viene encima, ya no podremos saber la hora ni por la posición del Sol. Y la de la Luna, pues eso, a ver quién es el guapo; además está nublado; sí, aunque sea de noche. Bien mirado, resulta lógico. Si no hay nada que evaluar porque cualquier referente objetivo es inevitablemente comparativo, y esto significa peyorativo porque establece discriminaciones y produce estigmas, lo mejor quizás sea dejarlo en el lacónicamente amable «en proceso de consecución». Un proceso cuya consecución culmina, eso sí, a los 16 años, con la patada sin armas ni bagajes al mundo del paro y la precariedad. Y habiendo procurado previamente que las únicas preocupaciones posibles provengan de cutreces hediondas y socialmente tóxicas como la Benidorm Fest, que tiene soliviantado a medio país; una auténtica hipérbole de nuestro sistema educativo…

«En proceso», sí, pero de consunción de la educación en conjunto, de lo poco que quedaba de lo que una vez se denominó «Instrucción Pública». Por cierto ¿Ya sabe la izquierda educativa que el nombre de Ministerio de Educación (Nacional) lo puso Franco, y que en la II República la denominación era «Ministerio de Instrucción Pública»?  ¿Y que las denominaciones nunca son accidentales? En fin, EPC: Educación en Proceso de Consunción, eso es lo que hay. Por no decir de la Instrucción Pública, que ya ocurrió hace tiempo, y porque nos saldría IPC, que hoy significa otra cosa y que sigue subiendo. RIP.

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Xavier Massó, licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación (UB) y en Antropología Social y Cultural (URV). Catedrático de Enseñanzas Secundarias por la especialidad de Filosofía. Secretario general del Sindicado Profesores de Secundaria (aspepc·sps) y presidente de la Fundación Episteme.

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