Payasos y payasadas

La función del sistema escolar es transmitir el legado de conocimientos y habilidades de una generación a otra. Mucho mejor si se hace en un clima distendido y motivador. Aun así, no podemos olvidar que el objetivo es aprender, como lo importante del hospital es curar. Muchas gracias a los payasos que nos hacen la vida más agradable, pero basta ya de payasadas que denigran la educación.

 

Josep Oton

De todos es conocido que diversas entidades aportan una dosis de alegría a los niños hospitalizados a través de las actuaciones de payasos, una figura que combina ternura, humor y sorpresa. Los niños y niñas que, por varias razones, ven truncado su quehacer cotidiano pueden recuperar el encanto propio de la edad a través de las bromas, juegos y chistes de estos personajes entrañables.

Seguro que su presencia en los centros sanitarios hace más agradable -o, como mínimo, más soportable- una estancia que parece arrebatar un tiempo muy valioso en una época de la vida en la cual el juego y la fiesta ocupan un lugar primordial. Y esta inyección de ánimos y de frescura ciertamente puede ayudar a afrontar con mayor coraje unas circunstancias que no siempre resultan fáciles de asumir.

Ahora bien, la labor extraordinaria de los payasos no va en detrimento, todo lo contrario, del trabajo realizado por el personal médico y sanitario. Los artistas del humor contribuyen a hacer más amable la vida de los niños mientras están ingresados. Aun así, lo importante no es que rían, sino que se curen. Y esto es responsabilidad de los profesionales especializados en aplicar los recursos de la ciencia médica.

Está claro que hacen falta payasos en las plantas infantiles de los hospitales, pero a nadie se le pasa por la cabeza cerrar quirófanos o salas de radiología para convertirlas en pequeños circos.

Para el cuidado de los niños, es necesaria la colaboración de diversas iniciativas. No obstante, el objetivo final no es conseguir una sonrisa, sino hacer frente a la enfermedad, aunque con un poco de humor se hace más llevadero el proceso terapéutico que a menudo esté plagado de incomodidades.

En el mundo educativo sucede algo parecido, pero con consecuencias diferentes. Muchas horas de la vida de niños y jóvenes transcurren en las aulas. Por supuesto, hay que procurar que este tiempo sea, en lo posible, ameno. Por tanto, bienvenidos sean los momentos de recreo, las actividades lúdicas, la gamificación o los juegos de siempre que contribuyen a hacer más distendida la estancia en la escuela.

Ahora bien, la finalidad del sistema educativo es que el alumnado aprenda aquello que necesita como persona y como ciudadano. Son de agradecer todas las dosis de humor, de simpatía y de motivación para asumir el reto del aprendizaje. Aun así, que los medios no suplanten el objetivo. Porque, a veces, los árboles no nos dejan ver el bosque, como mínimo, para quienes no disponen de una visión de conjunto.

Esto no sucede en los hospitales, pero sí en los centros educativos. Se cierran bibliotecas, se ningunean las especialidades docentes, se enaltece la ignorancia… y todo en nombre de la motivación. En resumidas cuentas, se degrada la educación convirtiéndola en una payasada, es decir, en una actividad inoportuna que, en ocasiones, resulta extravagante. Ir a la escuela o al instituto es una oportunidad para aprender, lo cual no impide que el alumnado se lo pase bien. Si obviamos el objetivo, caemos en el ridículo, en la extravagancia, es decir, vagamos por fuera de la ruta que conduce al aprendizaje.

El hospital es una institución diseñada para promover la salud de las personas. No es un teatro o un circo. Sin embargo, suerte de las personas que hacen de payasos ya que aportan un aliento de esperanza y de vida a los pacientes. Y también suerte de los sanitarios que, sin renunciar a su profesionalidad, son personas afables, simpáticas y empáticas capaces de combinar ciencia y humanidad.

Por su parte, la función del sistema escolar es transmitir el legado de conocimientos y habilidades de una generación a otra. Mucho mejor si se hace en un clima distendido y motivador. Aun así, no podemos olvidar que el objetivo es aprender, como lo importante del hospital es curar. Muchas gracias a los payasos que nos hacen la vida más agradable, pero basta ya de payasadas que denigran la educación.

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Josep Oton es catedrático de Historia y secretario de la Fundación Episteme.

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