La «Flipped Education» o el vuelco educativo

Si los centros educativos abandonan su función y asumen otras tareas, ¿qué puede llegar a pasar? Posiblemente dentro de un tiempo, cuando se caiga en la cuenta de la importancia de formar personas cultas, los conocimientos se tendrán que aprender fuera del aula, aunque sea pagando.

 

Josep Oton

Uno de los métodos innovadores de enseñanza y aprendizaje es la clase inversa, en inglés, flipped classroom. Los estudiantes aprenden fuera del aula nuevos contenidos gracias a las nuevas tecnologías, después realizan actividades de carácter práctico, de refuerzo o más individualizadas, tutorizadas por un profesor dentro del aula. Se trata de una metodología que, como tantas otras, puede enriquecer la tarea docente. Aun así, parece que se quiera dar un paso más, como si nos dirigiéramos hacia una especie de flipped education.

Hasta hace poco parecía que la función del sistema escolar era transmitir a las nuevas generaciones el legado cultural necesario para afrontar responsablemente la vida adulta. Por eso, en las escuelas e institutos se enseñan contenidos científicos y humanísticos. Después, corresponde a las familias enseñar “educación” a través de la convivencia y del ejemplo.

Además, las familias cuentan con el apoyo de la educación no formal -la educación en el tiempo libre o las actividades extraescolares- para reforzar su tarea. En conjunto, se apuesta por la educación en valores dado que muchas instituciones organizadoras de estas actividades defienden un ideario explícito. De este modo, las familias pueden elegir qué modelo formativo desean para sus hijos e hijas en sintonía con lo que viven en casa.

Así mismo, en este ámbito educativo no formal el juego es un elemento clave. Por las condiciones espaciales, horarias y de calendario se pueden llevar a cabo actividades lúdicas difícilmente asumibles en un aula escolar. Y los profesionales o voluntarios responsables de llevarlas a cabo no son sesudos profesores.

Tampoco no podemos olvidar la aportación de estas iniciativas educativas a la conciliación de la vida familiar. Los clubs deportivos, los grupos excursionistas y, en general, las actividades extraescolares atienden a los niños y jóvenes puesto que los horarios y los calendarios laborales dificultan la vida familiar en determinados momentos.

En general, en la escuela a estudiar; y a jugar, a casa (aunque en el colegio no pueden faltar el tiempo de recreo ni las actividades que amenicen el aprendizaje; y fuera del aula también es necesario estudiar y formarse). Ahora bien, parece que la tendencia actual sea invertir el modelo. Se propone abiertamente que las escuelas e institutos dejen de enseñar tantos contenidos porque no resultan útiles ni interesantes. Como declaraba en una entrevista un destacado gestor educativo: “El mal de la ESO es que a los jóvenes no les interesa lo que enseñamos”. Por la misma regla de tres (concepto matemático que pronto resultará incomprensible), ¿no tendríamos que renovar los menús para niños y adolescentes? Si el criterio son gustos de los consumidores más jóvenes, ¿no sería conveniente eliminar la fruta y la verdura y dar mayor protagonismo al fast food y a las golosinas?

En cuanto a la utilidad, algunos piensan que es más práctico enseñar a usar la calculadora que aprender matemáticas. Análogamente, en vez de enseñar cocina y dietética, se tendrían que desarrollar habilidades tan provechosas como aprender a calentar platos precocinados en el microondas.

Si los centros educativos abandonan su función y asumen otras tareas, ¿qué puede llegar a pasar? Posiblemente dentro de un tiempo, cuando se caiga en la cuenta de la importancia de formar personas cultas, los conocimientos se tendrán que aprender fuera del aula, aunque sea pagando. Les corresponderá a los padres y madres, como ya está pasando, enseñar lo que no se aprende en la escuela. Las clases particulares, las academias de idiomas o los campus de ciencias suplirán las deficiencias del sistema escolar.

Todo ello será una vulneración del derecho a la igualdad de oportunidades, valor fundamental de la enseñanza reglada. En los centros educativos se atenderá a los niños y a los jóvenes para permitir la conciliación familiar. Para que no resulte una experiencia pesada, se recurrirá al juego, a la gamificación. Entonces, los estudiantes de familias acomodadas podrán completar su formación gracias a las actividades realizadas fuera de la escuela. El entorno familiar les proporcionará el nivel cultural necesario para afrontar la vida adulta. En cambio, aquellos que solo tienen la posibilidad de aprender dentro del sistema escolar, se quedarán rezagados. La brecha social consolida la brecha cultural y a la inversa.

Para acabar, recordamos que en inglés el verbo “to flip” significa dar la vuelta, dar un vuelco. Tal vez, sin darnos cuenta -o sí- estamos cambiando la función del sistema educativo y, con ello, el funcionamiento de la sociedad.

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Josep Oton es catedrático de Historia y secretario de la Fundación Episteme.

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