¿Currículo o Ridículo?

Introducir ámbitos, competencias de la manera que se está haciendo, es destruir el armazón de la propia noción de currículum. Porque permitir que cada centro pueda llegar a hacer su propio currículum adaptado es liquidar la idea de igualdad en el sistema educativo. Y porque imponer por ley la promoción automática de curso y el aprobado general, es sublimar administrativamente el fracaso del pedagogismo constructivista que se ha impuesto como dogma educativo desde hace treinta años.

 

Xavier Massó | @XmaSecundaria

El currículo es, sin duda, la bestia negra de los innovadores educativos, de los mediocres y de los adanistas. Y es también el gran enemigo del ABP –Aprendizaje Basado en Proyectos-, del aprendizaje por descubrimiento, por competencias, por ámbitos, del autoaprendizaje, de la gamificación, de las «flipped clasrrom»… Y el castrador oficial de la educación emocional. Mientras siga habiendo currículum, nos dicen, seguiremos con unas enseñanzas memorísticas y anticuadas –como el teorema de Pitágoras y el principio de Arquímedes, hemos de suponer-, que los profesores seguirán explicando en sus clases magistrales, y que los alumnos vomitarán en los exámenes, para olvidarlas a continuación. Esto se nos está diciendo, y este es el palo del que van las consejerías y los ministerios educativos de este país.

No deja de ser curioso que sean insensibles al hecho de que, después de tantos años «anticurriculares», la enseñanza siga sin mejorar. Más bien al contrario, sigue empeorando hasta límites que, una vez habiendo tocado fondo, ya estamos empezando a cavar en el suelo. Cada vez que se impone una nueva reforma, se jibariza aún más el currículum, se denuesta a las clases magistrales y se proscribe cualquier forma de memorización y de incentivación del esfuerzo, a la vez que se nos vende el nuevo bálsamo de Fierabrás que nos llevará a la Arcadia educativa que hasta ahora había sido tan huidiza. Y cuando a los pocos años –poquísimos con frecuencia- se pone en marcha una nueva reforma, otra vez la misma cantinela, la misma jerga, que si la memoria, que si las clases magistrales, que si los currículos… El día de la marmota.

No parece tampoco que el gremio de innovadores practique la renovación, ni de personal ni de ideas, que considera tan sana para los demás. Como el capitán Araña, que a la gente embarca mientras él se queda en España. No hace falta decir nombres, pero muchos de los que pergeñaron la LOGSE hace treinta años, siguen siendo los mismos que han hecho lo propio con la LOMLOE, anteayer, como quien dice; con las mismas recetas de antaño, eso sí, empeoradas: ¿No querías sopa? Dos platos. Una sopa que sigue siendo el mismo brebaje infecto de siempre. Y es que se repiten más que el ajo. La verdad es que, a estas alturas, se les está poniendo cara de Sísifo a tan dilectos y provectos sujetos. Con la diferencia que para el pobre Sísifo del mito griego, sus tareas eran para él un castigo; en este caso, en cambio, los castigados por sus tropelías educativas somos los que estamos sufriendo a este hatajo de farsantes. Daría para un sainete… si no fuera porque llevamos ya una cuantas cohortes generacionales malogradas escolarmente por culpa de estos vendedores de humo.

¿Pero, por qué esta «curriculofobia»? Vayamos al diccionario de la RAE para ver qué nos dice al respecto. ‘Currículo: plan de estudios’. Ni más ni menos. ¿Y qué es un plan de estudios? La secuenciación diacrónica de las materias, contenidos y destrezas que hay que aprender en una etapa académica determinada, desde una perspectiva progresiva y procesual. Tan simple como que parece aconsejable enseñar a sumar, a restar, a multiplicar y a dividir, antes de enseñar raíces cuadradas. Porque si alguien ignora dichas nociones aritméticas, no podrá entender qué es una raíz cuadrada. Sin más. Acaso sea muy competente apretando la tecla de la calculadora con el signo «p», pero esto no es saber qué es una raíz cuadrada. Una mona debidamente adiestrada también lo podría hacer. En realidad, las hay que ya lo han hecho, pero no por esto diremos que la mona sabe resolver raíces cuadradas. ¿Verdad que no?

En definitiva, un currículum, en Primaria, en Secundaria o en la Universidad, es la suma de los contenidos y las destrezas relacionadas con dichos contenidos, que se han de haber aprendido para acreditar un mínimo aprovechamiento en el aprendizaje. Y está organizado de manera que lo aprendido a lo largo del proceso, nos ponga en condiciones de acometer el aprendizaje de ulteriores contenidos que, sin los previos, serían inabordables. Y si cuestionamos formalmente esto, como se está haciendo, entonces lo que estamos cuestionando es la propia idea de sistema educativo, y lo estamos convirtiendo en un juego de despropósitos.

Podemos cuestionar materialmente los currículos, sus contenidos. Podemos pensar que son demasiado extensos o demasiado cortos; demasiado densos o demasiado ligeros. Que no están bien estructurados, que excluyen conocimientos importantes o que incluyen a otros que son triviales y negligibles. Que adolecen de progresividad en su secuenciación, que son dispersos… Que la dilución de materias en ámbitos es desaconsejable o que los proyectos requieren de una sólida base previa en las materias implicadas, y que de lo contrario son un fraude. Y podemos decir que esto no es un currículo, sino un ridículo académico. Y un fraude social.

Todo esto es precisamente lo que muchos llevamos años criticando de los currículos de los últimos tiempos, muy especialmente de los más recientes, los establecidos por la LOMLOE, encaminados a disolver con su dispersión la propia idea de currículum. Porque introducir ámbitos, competencias de la manera que se está haciendo, es destruir el armazón de la propia noción de currículum. Porque permitir que cada centro pueda llegar a hacer su propio currículum adaptado es liquidar la idea de igualdad en el sistema educativo. Y porque imponer por ley la promoción automática de curso y el aprobado general, es sublimar administrativamente el fracaso del pedagogismo constructivista que se ha impuesto como dogma educativo desde hace treinta años.

Por esto están contra la idea de currículum, porque nos indica qué es lo que hay que enseñar. Y de lo que se trata no es de enseñar, sino de cubrir el expediente con el remedo de la escolarización obligatoria reducida simplemente a esto: escolarización sin más atributos, a estar allí. Que todo parezca que sigue siendo lo que dejó de ser hace ya mucho tiempo. Con un currículo previamente establecido, este nos podrá estar recordando que acaso no estemos haciendo bien las cosas. Si en cambio, nos lo hacemos nosotros mismos, ¿qué puede fallar? Pero si la escuela ya no enseña, entonces, ¿qué se está haciendo allí?

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Xavier Massó es presidente de la Fundación Episteme y catedrático de secundaria por la especialidad de Filosofía. Autor del libro ‘El fin de la educación’. 

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