Estrenamos el 2021 con una nueva ley de educación, la LOMLOE. La democracia nos ha obsequiado con ocho leyes educativas en cuarenta años, seguramente con el propósito de desprenderse del legado de la Ley General de Educación de 1970, redactada en las postrimerías del franquismo.
Josep Oton
Durante estos años hemos vivido, o sufrido, las estrategias legislativas de los partidos en el gobierno para desbancar las propuestas de sus rivales en el hemiciclo parlamentario. Así parece lógico que la LOMLOE pretenda liquidar los intentos de la LOMCE de laminar la LOE .
Y también parece consecuente ver la LOMLOE en continuidad con la LOGSE o, incluso, un tipo de actualización o culminación. Treinta años separan ambas leyes, unidas, cuando menos, por unas mismas siglas, las del partido en el gobierno. Aun así, cuando entramos en detalles (no sabemos hasta qué punto «The Devil is in the Details») detectamos sutiles contradicciones, posibles rectificaciones, seguramente redactadas y aprobadas sin tener plena conciencia de su alcance. Me centraré en tres detalles.
Parece consecuente ver la LOMLOE en continuidad con la LOGSE o, incluso, un tipo de actualización o culminación
Cuando en la década de los noventa la LOGSE irrumpió en mi instituto, tuve el privilegio -y no lo digo con ironía- de asistir a unas sesiones de formación impartidas por una persona suficiente convencida de la bondad de la nueva ley, pero, a la vez, bastante inteligente para ser consciente de algunas limitaciones del texto.
Este formador, que años más tarde asumió altas responsabilidades en la política educativa del país, me hizo dar cuenta de una de las posibles mejoras que aportaría la ley. En concreto, se refería al hecho que los adolescentes de doce a catorce años recibirían clases impartidas por especialistas (en aquel momento, licenciados), buenos conocedores de la materia, lo cual mejoraría la calidad de la enseñanza.
Bien es verdad que no me apetecía entrar en una aula repleta de niños y niñas de dicha edad (la experiencia posterior ha sido mucho mejor de lo que me esperaba), pero entendía que ese cambio, efectivamente, podría implicar una mejora en el sistema.
El profesorado seguirá siendo “licenciado”, pero sin la obligación de ser especialista de la materia que imparte
Y cuál ha sido mi sorpresa al ver que la LOMLOE erosiona ese posible aspecto positivo de la LOGSE. Ha amparado legalmente una práctica que se está generalizando en los centros catalanes: agrupar la enseñanza por ámbitos (Art. 24.1). De acuerdo, el profesorado seguirá siendo “licenciado”, pero sin la obligación de ser especialista de la materia que imparte. Convertir la excepción en norma, generalizándola y blindándola legislativamente, puede tener unos efectos que vayan en detrimento de la calidad del aprendizaje.
Un segundo detalle, la LOMLOE quiere limitar el número de asignaturas cursadas por el alumnado de primero y de segundo (Arte. 24.4). A propósito o no, es rectificación de una de las graves deficiencias, en mi opinión, de la LOGSE: la proliferación de asignaturas. Con la implantación de los créditos, sobre todo los trimestrales, se multiplicaron innecesariamente las materias. Esto perjudicaba claramente al alumnado. La excesiva fragmentación de los contenidos generaba dispersión y la complicación de los horarios, confusión.
La solución de agrupar por ámbitos puede devaluar los contenidos en vez de resolver el problema
Además, el profesorado tampoco salía bien parado. Como las asignaturas eran de menos horas, de repente un docente pasaba de completar su jornada impartiendo dos o tres materias a tener que asumir seis niveles diferentes, con horarios poco compactados y un incremento sustancial de alumnos así como de trabajo añadido (reuniones, programaciones…). Un empeoramiento de las condiciones laborales sin ninguna mejora en los resultados académicos. Si la carga lectiva de cada materia fuera mayor, el alumnado tendría menos asignaturas y el profesorado, menos alumnos. No obstante, la solución de agrupar en ámbitos, como ya he comentado, puede devaluar los contenidos en vez de resolver el problema.
Y un tercer detalle. La LOGSE liquidó la FPI por ser segregadora. Si recordamos, el alumnado que no obtenía el Graduado Escolar tras cursar octavo de EGB solo tenía la opción de estudiar formación profesional. Esto degradaba esta etapa educativa, al llenar las aulas de alumnos que no habían asumido el nivel académico pertinente. Ahora bien, para arreglar la FP no había que desmantelar el BUP.
A estas alturas, la LOMLOE permite cursar un Ciclo Formativo de Grado Básico a aquellos alumnos que, al acabar segundo de ESO, presentan mayores posibilidades de aprendizaje y de asumir las correspondientes competencias en un entorno vinculado al mundo laboral (Arte. 30). Se puede aducir que no se trata de una medida segregadora dado que pueden obtener una titulación al acabar el CFGB, es decir, a los dieciséis años. Pero, al fin y al cabo, ¿no es lo mismo que sucedía con la FPI de la Ley del 70? Se empezaba con catorce años y, después de dos cursos, se podía conseguir un título, como ahora con la LOMLOE (bien, con la Ley Celaá, los que han cursado un CFGB pueden conseguir dos títulos a los dieciséis: el de la FP Básica y el graduado en ESO).
Flexibilizamos la oferta en secundaria para atender adecuadamente a todo el mundo, incluido el alumnado refractario con la formación más académica
Por supuesto, la formación profesional no tiene que ser de ninguna forma la salida vergonzante para el alumnado víctima del fracaso escolar, pero hay que reconocer que una enseñanza excesivamente académica no siempre es adecuada para jóvenes con habilidades más prácticas que prefieren el taller al aula.
Aunque, seguramente, no fuera la intención de la Sra. Celaá enmendar la LOGSE, el resultado es el que es. Por favor, por el bien de todos, preservamos la calidad de la enseñanza aportada por docentes especialistas en su materia, renunciemos a las ocurrencias que distorsionan el sistema inventando asignaturas y flexibilicemos la oferta a la secundaria para atender adecuadamente a todo el mundo, incluido el alumnado refractario con la formación más académica.
Josep Oton es Licenciado en Geografía e Historia y Doctor en Historia. Presidente de la Associació de Catedràtics d’Ensenyaments Secundaris de Catalunya y secretario de la Fundació Episteme.
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