Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (2015-2030) son una iniciativa impulsada por Naciones Unidas para desarrollar la agenda de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Abreviados como ODS (o SDG en inglés) comprenden 17 objetivos y 169 metas. Tras un proceso de negociación que involucró a 193 estados miembros de la ONU, en 2015 se aprobó en una reunión plenaria de la Asamblea General una Agenda que lleva por título Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, que entró en vigor el 1 de enero de 2016, más conocida como «Agenda 2030».
No entraremos a debatir desde un punto de vista socio-político dicha agenda, que conforma actualmente la gobernanza de la gran mayoría de países y cuyas aspiraciones genéricas son altamente loables. Otra cuestión, son los efectos de poder como contrapartida material e instrumental que se ocultan bajo la narrativa de la Agenda 2030, al igual que ocurre con la gran mayoría de meta-relatos sociales.
En 2015 tuvo lugar el World Education Forum en Incheon, Corea, organizado por la UNESCO, UNICEF, World Bank, UNFPA, UNDP, UN Women y UNHCR. Las conclusiones se publicaron en el documento Education 2030, Incheon Declaration, Towards inclusive and equitable quality education and lifelong learning for all, que representó la culminación de un largo proceso para definir el ODS 4 (Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad así como promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos) que trata sobre el desarrollo para una mejor educación de la humanidad, y que posteriormente publicó la ONU. En todo caso, los objetivos son los mismos.
En dicho documento podemos leer en su preámbulo la importancia fundacional del pensamiento crítico:
«Existe una necesidad urgente de que los niños, jóvenes y adultos desarrollen a lo largo de la vida habilidades y competencias flexibles que precisan para vivir y trabajar en un mundo más seguro, sostenible, interdependiente, basado en el conocimiento e impulsado por la tecnología. La educación 2030 garantizará que todas las personas adquieran una base sólida de conocimientos, desarrollen el pensamiento creativo y crítico así como habilidades colaborativas, y desplieguen la curiosidad, el coraje y la resiliencia «(p5).
A continuación, ya en la explicación del objetivo 4.3 referido a la igualdad de género en educación, encontramos otra referencia al pensamiento crítico:
«Además de impartir competencias profesionales, la educación secundaria superior y las universidades desempeñan un papel fundamental para estimular el pensamiento crítico y creativo para generar y difundir conocimientos para el desarrollo social, cultural, ecológico y económico. La educación secundaria superior y las universidades son fundamentales para la formación de futuros científicos, expertos y líderes. A través de su función investigadora, juegan un papel crucial en la creación de conocimiento y apuntalan el desarrollo de capacidades analíticas y creativas que permiten encontrar soluciones a los problemas locales y globales en todos los campos del desarrollo sostenible ”(41, p15).
Finalmente en el objetivo 4.4 (By 2030, substantially increase the number of youth and adults who have relevant skills, including technical and vocational skills, for employment, decent work and entrepreneurship) conocido genéricamente como Skills for Work, que es donde cobra todo sentido el pensamiento crítico, encontramos:
«Un enfoque limitado a las habilidades profesionales específicas reduce la capacidad de los graduados para adaptarse a las demandas cambiantes del mercado laboral. Por lo tanto, más allá de dominar estas habilidades específicas se debe hacer hincapié en el desarrollo de habilidades cognitivas y no cognitivas de alto nivel. Habilidades transferibles [xxv], como resolución de problemas, pensamiento crítico, creatividad, trabajo en equipo, habilidades de comunicación y resolución de conflictos, que se pueden utilizar en una amplia variedad de campos ocupacionales. Además, los estudiantes deben tener oportunidades para actualizar sus habilidades continuamente durante toda la vida. «(48, p15).
Así pues, en los años iniciales de la definición de ODS encontramos en el ODS 4 sobre educación y específicamente en el objetivo 4.4 una apuesta por el pensamiento crítico, especialmente en la educación para el emprendimiento y el trabajo.
Consultar información de estadísticas y seguimiento de los ODS en https://en.unesco.org/gem-report/sdg-goal-4. Y comprobar como en 2016 se habla de pensamiento crítico http://gem-report-2016.unesco.org/en/chapter/target-4-4-skills-for-work/ sin embargo ya en 2017 http://gem-report-2017.unesco.org/en/chapter/target-4-4-skills-for-work-2/ ha desaparecido toda referencia al pensamiento crítico.
Incluso en los informes más recientes: The Sustainable Development Goals Report del 2019 y 2020 tampoco encontramos ninguna referencia al pensamiento crítico. Pero por si eso fuera poco, los indicadores (4.4.1) que se han propuesto para medir el objetivo 4.4 se han reducido a conocimientos informáticos básicos:
4.4.1 Proporción de jóvenes y adultos con competencias en tecnología de la información y las comunicaciones (TIC), desglosada por tipo de competencia técnica.
Concretamente, como vemos en los últimos informes como GLOBAL EDUCATION MONITORING REPORT Inclusion and education: ALL MEANS ALL de 2020 las pruebas incluidas del indicador son:
- Copy & Paste a Document (Copiar y pegar un documento)
- Use formula in Spreadsheet (Usar la fórmula en la hoja de cálculo)
- Write computer program (Escribir programa de ordenador)
¿Qué ha pasado con el pensamiento crítico? Ha sido reducido a unas meras capacidades funcionales básicas en TIC. Hemos pasado, como vemos en los documentos de ODS del «critical thinking» al «computational thinking«, y esta última acepción realmente no es, en absoluto, pensamiento, sino más bien un «know how«.
¿Qué ha sucedido con la firme voluntad de crear una población con espíritu crítico capaz de trabajar dignamente aportando valor o emprendiendo nuevos proyectos innovadores? ¿Es que acaso la Agenda 2030 pretende crear borregos digitales?
Si bien es verdad que a nivel mundial los problemas educacionales son extremadamente graves, ya que la comprensión lectora o el conocimiento básico de las matemáticas no llega a una gran parte de la población, el pensamiento crítico debe enseñarse desde párvulos hasta la edad adulta, siguiendo la tradición filosófico-pedagógica del pensamiento crítico inaugurada por John Dewey.
En la gran mayoría de estudios sobre la educación del futuro como como P21 (Partnership for 21st Century Skills), Common Core State Standards Initiative, SCANS (Secretary’s Commission on Achieving Necessary Skills), A Nation at Risk, World Economic Forum, American Association of College and Universities, ISTE Educational Technology Standards, Education for Life and Work: Developing Transferable Knowledge and Skills in the 21st Century de la National Research Council of National Academies, sin lugar a dudas, el pensamiento crítico es una habilidad necesaria para todos. EEUU es líder en la promoción del pensamiento crítico. Sin haber conseguido aplicarlo de una manera generalizada a la población, por las resistencias políticas obvias, es muy importante en círculos intelectuales educativos y ha conseguido su adopción en el mundo empresarial.
La gran preocupación que existe por el pensamiento crítico en EEUU no tiene su contrapartida en Europa donde se ejerce la crítica sistemática al pensamiento crítico. La consecuencia es que nuestras escuelas y universidades se pueblan de adoctrinamiento profundo, sin una línea clara de pensamiento útil fuera de la inmanejable filosofía, para quienes deseen salirse de la media, de las narraciones oficiales de los nuevos Pravda. Parece que solo apoyamos el «espíritu crítico», pero ¿qué es un espíritu sin herramientas? Nada. Un brindis al sol. En Latinoamérica, por proximidad con Estados Unidos se tiene más conciencia del pensamiento crítico que en Europa. Esa es la difícil coyuntura que tenemos los europeos. Somos víctimas de nuestra falta de pragmatismo y de nuestro conservadurismo obsoleto. Tenemos que desarrollar nuestro camino hacia el pensamiento crítico.
En todo caso, si no se vuelve a integrar el pensamiento crítico en la Agenda 2030, ya sabemos el futuro que nos espera: la servidumbre digital.
Si el pensamiento crítico no descansa sobre los sillares de un pensamiento bien construido y riguroso, entonces es indistinto que lo incluyan o no en la agenda 2030. El problema educativo no es que nos hayamos apartado de la tradición pedagógica «inaugurada» por Dewey, sino más bien que seguimos metidos en ella hasta el corvejón. En la praxis educativa «pragmatista» de este ilustre «indagador», el individuo se diluye en sus funciones sociales, y en un instrumentalismo que lo sitúa como un engranaje más del «volskgeist» de Fichte o de Herder, en la línea del nacional-romanticismo más añejo, como ya demostró Santayana. Una forma de colectivismo, por cierto que nada socialista, que suele pasarse muy «acríticamente» por alto.
Otro problema es que el de «pensamiento crítico» es un término tan conceptualmente desgastado, que ya vale igual para un roto que para un descosido; por el uso y abuso que se hace de él, muy especialmente por parte de aquellos que no tienen nada «positivo» que ofrecer. Y cada vez más, parece indicarnos lo que hay que «criticar», conminándonos a ello so pena de no ser tenidos por «críticos». Es decir, ni más ni menos que la negación de toda posible crítica. Como aquel opositor al que el tribunal le preguntó por la filosofía de Tomás de Aquino, y les dijo que no se la sabía, pero que les iba a explicar la refutación de Kant, que sí conocía muy bien.