La paradoja de las especialidades docentes

¿No será que se pretende diluir las especialidades docentes para debilitar la autoridad académica del profesorado y situarlo en una posición supeditada al beneplácito de los cargos de gestión? Tal vez el objetivo no sea innovar ni garantizar la libertad y la igualdad sino, sencillamente, controlar.

 

Josep Otón 

El miércoles 31 de mayo, la Fundación Episteme ha organizado un webinar titulado «De la especialidad a los ámbitos. Aspectos jurídicos y no tan jurídicos».  intervendrán dos expertos: Felipe de Vicente, vicepresidente de la Fundación Episteme y Consejero Titular del Consejo Escolar del Estado por el grupo de personalidades de reconocido prestigio, e Ignasi Fernández Daroca, abogado del Sindicato de Profesores de Secundaria (aspepc·sps) y docente.

La razón de este webinar es la reciente publicación del Real Decreto de Especialidades que, de acuerdo con la reforma educativa conocida como LOMLOE, introduce la docencia por ámbitos.

Por supuesto, que un mismo docente imparta dos materias en un mismo grupo no es, ni mucho menos, una práctica nueva, pero ahora se presenta como una innovación. Se argumenta que es conveniente reducir el número de docentes que intervienen en un nivel y, a la vez, potenciar la interdisciplinariedad.

Aun así, a menudo pienso que detrás de estas propuestas supuestamente innovadoras subyace un sentimiento de antiespecialización, como si se tratara una vulneración a la libertad y a la igualdad.

Dicho con otras palabras, parece que se quiera dar a entender que las especialidades docentes van en detrimento de la flexibilidad y, por lo tanto, coartan la libertad de los centros. Así, se presentan las asignaturas como un corsé rígido que constriñe las posibilidades del aprendizaje. Y, por otro lado, generan una catalogación del profesorado que dificulta establecer unas relaciones igualitarias.

Sin duda, en el webinar se abordarán cuestiones explícitamente legales y otras, como hasta qué punto la especialidad incide en la calidad de la educación, que tienen base jurídica. Por lo tanto, no entraré en estos aspectos y animo a todo el mundo a asistir a esta sesión telemática.

Ahora bien, quiero expresar mi sorpresa o, mejor dicho, perplejidad. En el II Congreso de expertos docentes, ya aporté algunas reflexiones sobre los ámbitos, y ahora querría añadir otra consideración.

Paradójicamente, resulta que los críticos con las especialidades docentes suelen ser los mismos que proponen su particular forma de especialización. Lo intento explicar. Cuando se critican las especialidades docentes a menudo se habla de corporativismo, compartimentos estancos, cierto elitismo… Sin embargo, estas especialidades se basan en criterios objetivamente académicos. Detrás de cada especialidad hay una historia del desarrollo científico y cultural, unas facultades universitarias, unos colegios o asociaciones profesionales y, sobre todo, un consenso social. Y todo esto queda recogido en un marco jurídico que evita arbitrariedades y garantiza la educación universal al proporcionar el acceso al conocimiento a todo alumnado gracias a la regulación de la función docente.

Aun así, ahora está de moda desregular, pero, en el fondo, no es cierto. Se propone una sobrerregulación. A la hora de la verdad, los mismos que critican las especialidades docentes crean de nuevas, denominadas perfiles. Una hiperespecialización acreditada a través de una entrevista en la que se pueden llegar a valorar “otros conocimientos, habilidades y aptitudes específicas sobre los contenidos funcionales y las características específicas del puesto de trabajo.”

En efecto, cuando se reclaman, legítimamente o no, profesores que ocupen plazas perfiladas, se está transfiriendo la competencia de decidir en qué consiste una especialidad a una instancia de la administración para la cual, quizás, no es competente.

¿No será que se pretende diluir las especialidades docentes para debilitar la autoridad académica del profesorado y situarlo en una posición supeditada al beneplácito de los cargos de gestión? Tal vez el objetivo no sea innovar ni garantizar la libertad y la igualdad sino, sencillamente, controlar.

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Josep Oton es catedrático de Historia y secretario de la Fundación Episteme.

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