¿Por qué llamamos transversales a los contenidos que no “encajan” en un área o asignatura? Por ejemplo: La educación medioambiental, moral y cívica o la igualdad de género. Se hace referencia a ellos de manera paralela y secundaria respecto a las materias principales. Pero detrás de esa denominación de “contenidos transversales” se esconden precisamente los valores morales cívicos. Y digo morales porque tienen que ver directamente con el comportamiento humano y su aspecto normativo de cara a que la sociedad funcione de forma equilibrada y no pierda el sentido crítico.
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Arantxa Serantes, Universidade de Santiago de Compostela
Cuando se habla de “educación en valores”, ¿a qué clase de valores nos referimos? ¿Cómo se están enseñando? ¿Con qué finalidad?
Los valores no deberían tratarse como algo aislado y mucho menos “transversal”. En una forma de hacer simple lo complejo, reducimos a la palabra valores el Humanismo, la Filosofía, la Ética. Dicho así, todo el mundo tiene ya valores, lo que desconoce es su fundamento. Sin ese conocimiento, no podemos superar la inmadurez provocada por la inmediatez y el pensamiento líquido, que autores como Zygmunt Bauman definen como un proceso en el que la información, el conocimiento y el pensamiento, sujetos a un cambio constante y a factores educativos, culturales y económicos, terminan siendo un instrumento de poder que oscila en función del crecimiento económico.
Estos valores necesitan concreción en la legislación educativa: llamarlos transversales equivale a renunciar a identificarlos claramente y fomenta que sean precisamente ideologizados. Ni la LOGSE ni la LOE aluden a estos elementos de forma explícita. Es más, se habla de “ofrecer a todos los estudiantes un espacio de reflexión, análisis y estudio acerca de los valores comunes que constituyen el sustrato de la ciudadanía democrática en un contexto global”. (BOE, n.16, 2006: 17163).
Cuando son las administraciones públicas las que desarrollan los modelos educativos, y no las instituciones educativas conocedoras de la red social y el entorno al que van dirigidos estos modelos, se produce un distanciamiento entre la norma y la sociedad. La falta de consistencia y la ausencia de una normativa genérica de carácter estatal provocan graves deficiencias en la educación secundaria que se trasladan a la educación superior.
Se intenta llegar a modelos híbridos entre la FP y la Universidad. Esto se hace desde una mercadotecnia externa de corte empresarial que busca el beneficio, o a través de un electoralismo que nada tiene que ver con los métodos académicos.
Aunque estos métodos académicos deberían ser más prácticos y orientados a la actualidad, no deben prescindir de sus fundamentos ni de su rigor. Al hacerlo se pierden competencias imprescindibles en el desarrollo intelectual del alumnado, desde las básicas como leer y escribir con corrección, hasta las avanzadas, como pensar y argumentar ideas complejas.
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Paideia: ciudadanos libres
El término griego paideia nos remite a un modelo de formación que, en la Antigüedad, incidía en la persona como ciudadano y persona libre. En este concepto se incluía el conocimiento y cuidado de sí mismo y de su discurso, y entronca con la humanitas. La humanitas implicó el desarrollo de las cualidades que hacen al hombre un ser verdaderamente humano, orientado a la búsqueda de unos resultados cuantitativos, si no cualitativos, de su ser.
Hoy en día, estamos formando a hombres y mujeres que manejan una serie de herramientas: tecnología, información, lenguajes, etc. Sin embargo, se fomenta menos la creación propia o la originalidad. A menudo se busca una copia perfecta de lo que quiera el sistema según el tiempo y la (re)forma que les haya tocado vivir. Una reproducción en serie de conocimientos y no de saberes.
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Transmisión perdida
La riqueza cultural española se objetiviza como una fuente de rendimiento económico, pero no es un bien que se transmita a través de una educación bien asentada y aprendida con coherencia. Lo mismo ocurre con los resultados en investigación, que quedan olvidados en algún anaquel de biblioteca o la investigación aplicada para la que nunca hay suficientes recursos, porque siempre que se aplica algún recorte presupuestario va en esa dirección.
Por eso, al final formamos una mano de obra cualificada que acaba huyendo de su país en busca de un futuro estable o de un país que valore sus capacidades, porque el suyo no crea oportunidades. Dejémonos de cifras, de comparativas, de gráficos y estadísticas. Esto tiene mucho más calado. Incluso la OCDE recomendaba un acuerdo para la sociedad del aprendizaje. Lo que significa generar TALENTO en mayúsculas.
Decía, además, el filósofo José Antonio Marina que “la inminente invasión de potentes sistemas de inteligencia artificial nos obliga a rediseñar un nuevo modelo de inteligencia natural, porque para manejar una realidad tecnológicamente expandida necesitamos una inteligencia expandida también”.
Esta situación no afecta únicamente al alumnado sino al profesorado, que necesita tener acceso a una formación continua para poder capacitarse, ya que su desarrollo profesional también es muy importante. Hay una serie de habilidades como el trabajo en equipo, las humanidades digitales o la inteligencia extendida –que no es lo mismo que la artificial– que vienen para quedarse y que pueden llegar a generar una mayor cohesión entre las diferentes materias, porque en sí mismas ya son un todo, una nueva forma de reactualizar la paideia.
Arantxa Serantes, Humanista digital y Doctora por la USC, Universidade de Santiago de Compostela
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.