Cohesión, igualdad y equidad

Cohesión, igualdad y equidad parecen palabras mágicas que garantizan la bondad de un sistema educativo. Aun así, en su libro,“El fin de la educación”, Xavier Massó se lamenta de los efectos perversos de un pretendido igualitarismo educativo. Por supuesto, defiende la igualdad como valor promovido por la Ilustración.

 

Per Josep Otón

Ahora bien, “igualitario” significa un trato no diferenciado, es decir, atendiendo que todo el mundo tenga las mismas oportunidades -con las diferencias de trato que pueda comportar, valga la redundancia-, mientras que «igualitarista» implica ser partidario que todo el mundo sea igual. Así hay que distinguir la igualdad de oportunidades como punto de partida -igualitario- o como punto de llegada -igualitarismo-.

Confundir este términos ha generado una interpretación sesgada que ha identificado la universalización del derecho a la educación con la escolarización obligatoria, que parece salir bien cuando se nivelan los resultados académicos. Para ejemplificar estas cuestiones, Massó alude a la leyenda griega de Procusto.

Los analistas, portavoces de las administraciones, suelen felicitarse cuando no se detectan grandes diferencias en los resultados de las varias pruebas a las que el sistema educativo se ve sometido

Probablemente, el problema rae en que a menudo se confunde equidad y mediocridad. Los analistas, portavoces de las administraciones, suelen felicitarse cuando no se detectan grandes diferencias en los resultados de las varias pruebas a las que el sistema educativo se ve sometido. Entonces se habla de cohesión, de equidad, cuando de hecho nos encontramos con un sistema que aporta unos resultados mediocres aunque uniformes. Como nadie destaca, nadie se siente segregado ni frustrado por unos resultados poco satisfactorios.

La educación ha ser una herramienta que favorezca la igualdad de oportunidades. Para conseguirlo tiene que recurrir a la equidad, es decir, tiene que compensar las desigualdades propias de la naturaleza o de la estructura social. Por ejemplo, si un niño tiene dificultades en el aprendizaje por problemas de visión, hace falta la intervención de un oculista. El sistema tiene que ayudar a superar esta traba biológica para hacer posible la igualdad de oportunidades a la cual todos los ciudadanos tienen derecho.

La cuestión se complica si la desventaja proviene de las condiciones socioeconómicas. Un sistema de becas puede atenuar parcialmente ciertas desigualdades. Ahora bien, una grieta separa el nivel cultural transmitido por una familia acomodada y los escasos incentivos para el aprendizaje que recibe un niño en un entorno desfavorecido. La escuela tiene que contribuir a mitigar esta disfunción colectiva, aun así la solución no tiene que pasar por bajar el nivel de todos para que nadie se sienta desplazado. En ámbitos como los juegos, la música, el arte o el deporte se anima los jóvenes a participar en concursos y competiciones. En cambio, dentro de la escuela parece que la excelencia sea un valor poco solidario.

Todos tenemos derecho a ser valorados con criterios objetivos, de lo contrario se produciría un fraude tanto para la sociedad como para nosotros mismos

La igualdad se consigue si a la equidad la acompaña la ecuanimidad. Todos tenemos derecho a ser valorados con criterios objetivos, de lo contrario se produciría un fraude tanto para la sociedad como para nosotros mismos. A nadie le gusta que lo dejen ganar en una competición para favorecer su autoestima. Tal vez, si por las razones que sea se encuentra en una situación de inferioridad, pedirá más horas de entrenamiento, pero no que se le regale ningún trofeo sin habérselo ganado. Podría ser un insulto vergonzoso.

Además, nadie se dejaría operar por un cirujano a quien le hubieran regalado el título por ser buena persona. Tampoco subiría a un avión si el piloto hubiera obtenido la licencia sin haber superado las pruebas, pero aduciendo que había que compensarlo por el disgusto de haberse visto dejado por la novia. Todos saldríamos ganando si le presentáramos a la hija de nuestra vecina.

El Procusto de la leyenda cortaba los pies de sus huéspedes más altos para meterlos en su cama macabra. Y a los bajitos los estiraba violentamente hasta que se adaptaban. Procusto quería igualar a las personas olvidando que los estaba privando del derecho a la integridad física, al descanso y a ser tal como eran. Derechos básicos para garantizar la igualdad de las personas.

Procusto quería igualar a las personas olvidando que los estaba privando del derecho a la integridad física, al descanso y a ser tal como eran. Derechos básicos para garantizar la igualdad

Quizás el sistema escolar tendría que tomar nota de esta leyenda, una auténtica historia de terror, por no caer en el espejismo de confundir uniformidad con igualdad, ni mediocridad con cohesión, ni equidad con la anulación de las particularidades.

Cada niño y joven es diferente, con un potencial específico. La función del sistema educativo es paliar las diferencias que lo puedan perjudicar si erosionar sus derechos y menguar sus oportunidades.

Un dato final. En el país con mejores resultados de las pruebas PISA de matemáticas de 2018, los alumnos con peores resultados obtuvieron una nota de 389,79, una puntuación equiparable a la nota media del país con peores resultados, 390,93 puntos. Un buen sistema educativo hace mejorar los resultados de todos sus alumnos sin dejar descolgado a nadie. En esto consiste la cohesión, la igualdad y la equidad.

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