Simone Weil profesora

Simone Weil es conocida por su pensamiento filosófico, por su activismo social y por su inusitada experiencia religiosa. Sin embargo, a menudo se olvida que era profesora de enseñanza secundaria -en concreto, catedrática (agrégée) de filosofía- que ejerció en diversos institutos (lycées). 

 

Josep Oton

Estudió esta disciplina en la Sorbonne y se formó en la École Normale Supérieure de París, institución creada en 1794 por la Convención revolucionaria per preparar a los futuros docentes de la escuela pública francesa. Fue discípula del prestigioso pedagogo Alain, sobrenombre de Émile Chartier. Durante su breve vida, murió a los 34 años, Weil impartió su especialidad en los institutos femeninos de las ciudades de Le Puy, Auxerre, Roanne, Bourges y Saint Quentin. A més d’estudiar aquesta disciplina a la Sorbonne, també es va formar a l’École Normale Supérieure de París, institució creada l’any 1794 per la Convenció republicana per preparar els futurs docents de l’escola pública francesa. Allà va ser deixebla del prestigiós pedagog Alain, sobrenom d’Émile Chartier. Durant la seva breu vida, va morir als 34 anys, Weil va impartir la seva especialitat als instituts femenins  de les ciutats de Le Puy, Auxerre, Roanne, Bourges i Saint Quentin.

El trabajo en el instituto le despertó una preocupación especial por los jóvenes y una valoración de la escuela y del sistema educativo como una poderosa herramienta al servicio de la igualdad

La docencia en secundaria no fue un aspecto anecdótico de su trayectoria. El análisis de los cuadernos de apuntes de sus alumnas muestra los paralelismos entre lo que explicaba en clase con lo que escribía en los artículos más especializados. Enseñaba a reflexionar a las estudiantes, pero, a la vez, pensaba con ellas. El aula se convertía en un laboratorio de ideas donde, muy probablemente, se gestaron y maduraron argumentaciones filosóficas que después encontramos articuladas en sus escritos.

Simone Weil

Además, el trabajo en el instituto le despertó una preocupación especial por los jóvenes y una valoración de la escuela y del sistema educativo como una poderosa herramienta al servicio de la igualdad, en consonancia con su compromiso con la transformación social. En consecuencia, la tarea educativa de Weil no se limitó a la educación reglada. Su lucha en defensa de los derechos de los obreros la llevó a impartir cursos en entidades proletarias. Para ella, el acceso al conocimiento era un aspecto irrenunciable en la lucha de los trabajadores para su emancipación. Por eso, creía que se habían de preparar estudiando las cuestiones técnicas del trabajo en la fábrica, para que el maquinismo no se convirtiera en algo mágico y para que el saber teórico dejara de ser un monopolio de los especialistas. Además, consideraba que los obreros también tenían que estudiar economía, política, sociología… para poder diseñar una nueva sociedad y no delegar el cambio social únicamente en manos de los intelectuales. Y también proponía realizar estudios de cultura general a los obreros, dado que el saber no podía ser un patrimonio exclusivo de las clases dirigentes.

En su última gran obra, La Enracinement, a pesar de tratarse de un ensayo eminentemente político, encontramos numerosas alusiones a la educación

Asimismo, en su última gran obra, La Enracinement, a pesar de tratarse de un ensayo eminentemente político, encontramos numerosas alusiones a la educación. Atribuye parte de la responsabilidad de la crisis de la III República a las deficiencias del sistema escolar. Y en el momento de hacer propuestas para una futura Francia liberada del yugo nazi, otorga un papel clave a la formación. Reconoce explícitamente que “por desgracia, solo es modificable el destino de los jóvenes” y, por lo tanto, su proyecto cívico tan solo es factible si se tiene en cuenta la enseñanza.

Como defensora del derecho a la igualdad, considera que la función del sistema educativo es eliminar, o paliar, la diferencia social inherente a la estructura de la sociedad. En este sentido, si la cultura es un elemento de diferenciación social, propone convertirla en un factor equilibrador, de forma que “si la educación está lo bastante extendida para que nadie se vea privado de ninguna capacidad por el hecho de su nacimiento, la esperanza es la misma para todos los niños.”

En concreto, ante la idea de ofrecer a la juventud obrera una preparación puramente profesional, sostiene que su formación “implica también una instrucción, una participación en la cultura intelectual. Es necesario que los obreros jóvenes se sientan en el mundo del pensamiento como en casa”.


Simone Weil con algunas de sus alumnas

A pesar de defender el trabajo manual como una actividad educativa básica, también advierte del peligro de la degradación cuando se devalúan los contenidos: “nuestra cultura es tan difícil de transmitir al pueblo no porque sea demasiado elevada, sino porque es demasiada baja. Se adopta un remedio singular al degradarla aún más antes de dársela a pequeñas dosis”.

La práctica docente de Simone Weil y sus planteamientos educativos nos pueden sorprender por su actualidad. Esta autora, fascinante y controvertida, fue una profesora innovadora, pero nunca desistió en la responsabilidad de transmitir el legado cultural recibido a través de la educación, un bagaje indispensable para hacer posible la transformación de la sociedad que tanto ansiaba.

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