Minimizar la Historia

«Confiemos que el buen hacer del profesorado especialista en Geografía e Historia siga aportando el bagaje intelectual que proporciona el conocimiento de los acontecimientos de nuestro pasado para luego poder valorar el presente, y no a la inversa».

 

Josep Otón

Hace unos días, el Ministerio de Educación publicó los respectivos Reales Decretos de Enseñanzas Mínimas del currículo de la ESO y del Bachillerato -base para la posterior redacción de los Decretos de las Comunidades Autónomas-. Su lectura ha generado cierta perplejidad entre los profesionales de la educación y en la opinión pública en general. Especial preocupación ha provocado el currículo de Historia por el tratamiento no cronológico de la misma y por la redacción abstracta de los Saberes básicos cuya complejidad dificulta su traslado a la práctica en el aula. Se trata de un error didáctico puesto que el sentido común y la experiencia nos muestran cómo hay que partir de lo concreto para luego ir a lo general. Sin un conocimiento de los acontecimientos históricos es difícil – o más bien, imposible- adentrarse en las interpretaciones y en las valoraciones.

En Bachillerato, muchos epígrafes podrían entenderse como títulos de un ensayo o de una mesa redonda, pero no como contenidos que los adolescentes deban aprender. Este sería el caso de temas como “El significado de la monarquía hispánica y de la herencia colonial en la España contemporánea”, “El mediterráneo, el Atlántico y la Europa continental en las raíces de la historia contemporánea”, “Estereotipos y singularidades de la historia de España en el contexto internacional” o “La acción del sujeto en la historia”.

Sin embargo, la ambigüedad en la redacción de los contenidos de Geografía e Historia contrasta con la redundancia en otras cuestiones más tangenciales. Aunque en Geografía parece pertinente tratar los problemas ecológicos, se reiteran prolijamente los epígrafes de esta cuestión solapando contenidos que no parecen estar bien estructurados. Así, son Saberes básicos de la ESO la “Emergencia climática”, la “Biodiversidad”, la “Conciencia ambiental”, los “Objetivos de Desarrollo Sostenible”, la “Responsabilidad ecosocial” y la “Implicación en la defensa y protección del medio ambiente”.

Algo parecido sucede con las nuevas tecnologías. En los diversos bloques temáticos de los Saberes básicos se repiten epígrafes como las “Tecnologías de la información”, la “Sociedad del conocimiento”, la “Sociedad de la información”, la “Cultura mediática” o la “Ciudadanía ética digital”. Por supuesto, no es un tema ajeno a las ciencias sociales, pero contrasta el énfasis que se le concede y lo escueto del redactado de otros aspectos esenciales.

Curiosamente, la dimensión emocional también está presente en el currículo de Geografía e Historia: “Identificación y gestión de las emociones y su repercusión en comportamientos individuales y colectivos” o “Las emociones y el contexto cultural. La perspectiva histórica del componente emocional.” Es una aportación enriquecedora si se estudiaran correctamente “los comportamientos colectivos” y “el contexto cultural”. De lo contrario, todo queda en el aire.

En ocasiones, parece que se intentan trasladar al aula los debates propios de la arena política. Así, en segundo de Bachillerato hay que estudiar “Las políticas de memoria en España. Los lugares de memoria”, “La España vaciada” o “La cuestión nacional”. Por supuesto un avezado profesor de Historia sabe mostrar cómo los contenidos de su materia conectan con los temas de rabiosa actualidad, pero ello no implica que se conviertan en Saberes básicos del currículo y, por tanto, evaluables.

Por cierto, ¿cómo se pueden evaluar en segundo de Bachillerato, -y, por tanto, en la EBASU- contenidos como: “Reconocimiento de las identidades múltiples”, “Compromiso con los Objetivos de Desarrollo Sostenible” o “Ciudadanía ética digital: respeto a la propiedad intelectual”?

En general podemos afirmar que el currículo de Geografía e Historia adolece de falta de concreción en los temas propios de estas disciplinas académicas y, en cambio, se concede gran relevancia a aspectos que, por importantes que sean, no dejan de ser cuestiones difícilmente asimilables sin el andamiaje teórico proporcionado por las ciencias sociales. Sin una sólida base de conocimientos será muy complicado impartir los contenidos más etéreos y, como predominan los aspectos actitudinales como el respecto a la diversidad, faltarán herramientas objetivas para evaluar la materia.

Confiemos que el buen hacer del profesorado especialista en Geografía e Historia siga aportando el bagaje intelectual que proporciona el conocimiento de los acontecimientos de nuestro pasado para luego poder valorar el presente, y no a la inversa.

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Josep Oton es catedrático de Historia y secretario de la Fundación Episteme.

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